LA REFLEXIÓN SOBRE EL LENGUAJE A PARTIR DE OBRAS LITERARIAS


Resumen

Es tan envolvente el Lenguaje que suele pasar desapercibido para el sujeto común. Sin embargo, ha fascinado las mentes inquietas de filósofos, lingüistas y escritores. Este trabajo tiene como objetivo analizar el tema del lenguaje a partir del tratamiento que se le da en textos seleccionados (La escritura del dios, El Aleph; Las alarmas del doctor Américo Castro; El idioma analítico de John Wilkins; Un lector; Al idioma alemán) de los tres géneros cultivados por Jorge Luis Borges. Ello remite a un tipo de investigación Descriptiva, con un diseño Documental. Se desarrolla apoyándose teóricamente en la Crítica del Lenguaje. Mediante el análisis practicado se llega a la conclusión de que el lenguaje aparece como tema en los textos estudiados, y que a partir de éstos se puede proponer la reflexión especialmente de las características o aspectos del Lenguaje destacados por Borges como lo son: los límites del lenguaje, su autorrefencialidad, necesidad de comprensión del código para captar un mensaje, linealidad del signo, anti - dogmatismo contra el purismo lingüístico, preocupación por una lengua universal y menos arbitraria, El interés políglota y literario por la belleza del lenguaje.

Abstract

Language is so enveloping that it usually goes unnoticed by the common subject. Yet it has fascinated the restless minds of philosophers, linguists, and writers. This work aims to analyze the theme of language from the treatment given to it in selected texts (The writing of the god, The Aleph; The alarms of doctor Américo Castro; The analytical language of John Wilkins; A reader; To the German language) of the three genera cultivated by Jorge Luis Borges. This refers to a type of Descriptive research, with a Documentary design. It is developed based theoretically on the Critique of Language. Through the analysis carried out, it is concluded that language appears as a theme in the texts studied, and that from these it is possible to propose reflection, especially on the characteristics or aspects of Language highlighted by Borges, such as: the limits of language, its self-refentiality, the need to understand the code to capture a message, linearity of the sign, anti-dogmatism against linguistic purism, concern for a universal and less arbitrary language, polyglot and literary interest in the beauty of language.


Extenso

Planteamiento:

Bien entendidas la lingüística y la literatura deberían tener la secreta virtud de mover los pliegues de la conciencia, puesto que abrirían al hombre común el conocimiento de dos grandes misterios: El lenguaje y la capacidad de pensar. Acoplándose a sus humildes posibilidades, el presente estudio se dirige como una oportunidad para reflexionar acerca de lo que ya se sabe sobre el lenguaje, pero intentando hacerlo a partir de la genial especulación que subyace en la obra del escritor argentino Jorge Luis Borges (1899 – 1986).

Se hace conveniente entonces, revisar las opiniones que se le han dado al tema que aquí interesa ser estudiado: El Lenguaje. Según el eminente pensador inglés Russell (1983)

El lenguaje, al igual que otras cosas de misteriosa importancia, como el aliento, la sangre, el sexo y el rayo, ha sido contemplado supersticiosamente desde que los hombres fueron capaces de registrar sus pensamientos (1983:69).

Refiriendo con ello a que la especulación sobre el lenguaje es tan antigua como la reflexión humana. Incluso, es de notar cómo a otro reconocido investigador, Ángel Rosenblat (1969) – quien comparte la vocación de científico con el anterior escritor –, le llama la atención la concepción mágica y divinizante que los antiguos le concedían al lenguaje: “El lenguaje humano, fugaz y perecedero, era para los Vedas una emanación del lenguaje eterno, celestial” (Pág. 70). Y, haciendo un sondeo por los distintos dioses y civilizaciones, llega a conjeturar lo siguiente: “Ese dios de la palabra es una prefiguración del Logos griego” (Pág. 71), asociando de esta manera todo lo que en Occidente se vino a entender como relación entre pensamiento, palabra y razón.

Desde la corriente del Neopositivismo Lógico, Black (1976) apuntaba que el maravillarse ante la falta de proporción entre la importancia de los recursos verbales propiamente y la magnitud de los efectos que provocan, es una de las fuentes de las tesis mágicas sobre el lenguaje. Precavido de ello, alerta para no desvirtuar la autoridad de la Lógica en la comprensión del Lenguaje.

El hecho es que a pesar de la formación académica, el marco positivista y la especificidad en alguna de las disciplinas científicas, un individuo puede fascinarse por el lenguaje desde tres distintas vertientes: artística, filosófica y lingüística. Caso ejemplar es el interés que pueden mostrar los amantes de la literatura – lectores y escritores – por el lenguaje como instrumento que reconstruye el mundo.

En este sentido, se presenta un autor como lo es Jorge Luis Borges (1899 – 1986), escritor argentino que plasma a lo largo de su obra, según Alazraki (1983), una serie de temas recurrentes: el hombre y su destino, el universo como caos y la vida como sueño. Aunado a estos tópicos centrales se avizora otra inquietud, que es la que muestra el escritor por el lenguaje. Sin ser el tema característico de un autor literario, se cree posible reflexionar acerca del lenguaje a partir de las disertaciones que dicho escritor hace, y aprovechando su privilegiada experiencia.

  1.  Del cuento “La escritura del dios”

En el primer cuento estudiado Borges sitúa al lector, desde la perspectiva del protagonista, dentro de una pétrea cárcel. La trama sugiere que un mago llamado Tzinacán tras haber sido derrotado por el conquistador Pedro de Alvarado, se halla preso en el vasto recinto, estando únicamente acompañado por la misteriosa presencia de un jaguar. En su soledad y abatimiento, Tzinacán, “urgido por la fatalidad de hacer algo, de poblar de algún modo el tiempo” (Borges: 2004; 596), comienza a recordar todo lo que sabía, especialmente la tradición o leyenda del dios que escribió una sentencia mágica apta para conjurar los males en las horas postrimeras. Pero tal grafía estaba destinada a ser descifrada sólo por un elegido.

Movido por ello, el mago se dedicó a escrutar las posibles dimensiones de la divina escritura. Sospechó en un principio que podía ser cualquier cosa, pero desistió al inferir que debía ser algo perdurable desde la creación. Fue entonces cuando recordó que el jaguar fungía como una de las representaciones de la deidad. Luego, abocado a comprender la configuración de las manchas y su probable significado, lanza las siguientes elucubraciones:

¿Qué tipo de sentencia (me pregunté) construirá una mente absoluta? Consideré que aun en los lenguajes humanos no hay proposición que no implique el universo entero (Pág. 597).

Aquí se pueden distinguir dos ideas: la inquietud por las implicaciones que tendría un lenguaje prorrumpido por un ser omnisciente, y la noción compartida por muchos lingüistas, entre ellos Cabrera y Pelayo (2002) para quienes el lenguaje es autorreferente (que implica la función metalingüística), es decir, sólo puede ser explicado con palabras. A partir de allí Borges conjetura lo siguiente:

Consideré que en el lenguaje de un dios toda palabra enunciaría esa infinita concatenación de los hechos, y no de un modo implícito, sino explícito, y no de un modo progresivo, sino inmediato (O.C.: 2004; 597 - 598).

De esta manera supone que por la sobreabundancia del pensamiento divino, se produce el rompimiento del carácter lineal del signo lingüístico. Mediante este juego imaginativo – la escritura del dios – Borges utiliza como argumento para su relato la tesis del carácter lineal del signo. En este caso lo hace por oposición, es decir, insinúa al lector la posibilidad de una enunciación inmediata y explícita de la realidad, distinta a la natural enunciación en forma sucesiva. Continuando más allá, el personaje afirma:

Un dios, reflexioné, sólo debe decir una palabra y en esa palabra la plenitud (Pág. 598).

A tal exageración lo lleva la pretensión de un lenguaje pleno y sin límites. Esta visión surge precisamente cuando se constatan los límites del lenguaje, cuando se quieren expresar eventos paradójicos, simultáneos o inabarcables, se cae en cuenta de las precariedades y dificultades del habla común, por lo cual al compararlas con un lenguaje divino el personaje declara:

Sombras o simulacros de esa voz que equivale a un lenguaje y a cuanto puede comprender un lenguaje son las ambiciosas y pobres voces humanas, todo, mundo, universo (Pág. 598).

De ello se infiere no solamente la distinción entre lenguaje humano y el divino, sino que además al proseguir el relato se producen otras especulaciones sobre el tema, como:

Entonces ocurrió lo que no puedo olvidar ni comunicar. Ocurrió la unión con la divinidad, con el universo (no sé si estas palabras difieren. El éxtasis no repite sus símbolos (Pág. 598).

De esta manera el relato nos prepara para la descripción típica de una visión de carácter místico:

Hay quien ha visto a Dios en un resplandor, hay quien lo ha percibido en una espada o en los círculos de una rosa. Yo vi una Rueda altísima, que no estaba delante de mis ojos, ni detrás, ni a los lados, sino en todas partes, a un tiempo (Pág. 598).

El desenlace del relato ocurre cuando el mago Tzinacán logra comprender o descifrar la escritura del dios grabada en el tigre, pero esa revelación que llega a través de la “Rueda altísima” estuvo condicionada por el proceso de entendimiento, por ello exclamó: «¡Oh dicha de entender, mayor que la de imaginar o la de sentir!». Así para que haya comunicación es imprescindible que se logre la comprensión del código que constituye determinado mensaje.

  1. Del cuento “El Aleph”

         Este relato mezcla tres discretos elementos de los acostumbrados en el imaginario borgeano: el amor platónico no correspondido, el egocentrismo literario y la metafísica visión panteísta del universo. Lo primero se aprecia desde las líneas iniciales donde el narrador, aduciendo el complejo de extrañeza por la pérdida de una idolatrada mujer, comienza:

La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió… habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos… comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella (O.C.: 2004; 617).

Luego prosigue con lo que delata su reminiscente amor frustrado:

Cambiará el universo pero yo no, pensé con melancólica vanidad; alguna vez, lo sé, mi vana devoción la había exasperado; muerta, yo podría consagrarme a su memoria, sin esperanza, pero también sin humillación (Pág. 617).

El segundo de los elementos viene dado por la situación de fingida amistad del narrador protagonista – llamado Borges – hacia el personaje de Carlos Argentino Daneri, primo hermano de Beatriz, con quien entabla diálogos mayormente inducidos por la cortesía, al visitar la casa familiar que le recordaba a su amada. En esas conversaciones se deja entrever la egocéntrica actitud del Daneri escritor y la fina sátira por parte de Borges. Cuando Carlos Argentino emitía sus inspiradas opiniones se le marcaba, en voz del protagonista dirigido al lector, las siguientes deferencias:

Tan ineptas me parecieron esas ideas, tan pomposa y tan vasta su exposición, que las relacioné inmediatamente con la literatura (Pág. 618).

Aparte de burlarse secretamente de las pretensiones literarias de su interlocutor, Borges consentía por compromiso las afanosas lecturas y los consecuentes halagos que éste se autoprodigaba como poeta. Hasta llegó a aceptar que lo involucrara en la tarea de conseguirle un notable prologuista para una obra a publicar. Transcurrido el plazo para tal actividad – que no fue llevada a cabo – Daneri se comunicó, pero no para pedir explicaciones sobre ese asunto, sino para referirle su preocupación por el eventual despojo de su casa, lo que le acarrearía también la pérdida de un misterioso elemento que atesoraba en su sótano. Imbuido en la dificultad de perderlo le confiesa sobre éste a Borges:

…dijo que para terminar el poema le era indispensable la casa, pues en un ángulo del sótano había un Aleph. Aclaró que un Aleph es uno de los puntos del espacio que contiene todos los puntos (Págs. 622 - 623).

Por su parte, y aunque mostrándose incrédulo, Borges sólo asintió a visitarlo con la intención de comprobar una posible demencia en Daneri. Pero sucedió que, guiado hacia el sótano, descubrió ciertamente un objeto mágico. Es aquí donde se aprecia la metafísica visión panteísta del universo, el tercero de los elementos constitutivos de este relato: “Entonces vi el Aleph” (Pág.  624). A partir de entonces el narrador prosigue con las complicaciones propias que acá se pretenden analizar:

Arribo ahora al inefable centro de mi relato; empieza aquí mi desesperación de escritor. Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? (Borges: 2004; 624).

Siendo éste un fragmento literario, se comprimen en él magistralmente tres ideas fundamentales en lingüística. La primera surge por la dificultad de expresar algunos hechos o fenómenos inefables, lo cual se ha denunciado como los límites del lenguaje. Esa preocupación se puede rastrear desde las históricas disputas de los griegos, recogidas en el Crátilo de Platón donde se confrontan dos opciones.

Pero en la demarcación de las refutaciones que hacen progresar el conocimiento, a otros les ha interesado más agudamente el hiato insalvable entre la realidad y el pensamiento, suponiendo que éste se asimile como lenguaje. Directamente aparece un pensador más vinculado a Borges como lo es Fritz Mauthner (citado por Echevarria: 1980), quien postulaba entre otras cosas, la naturaleza metafórica del lenguaje y, por consiguiente, su inevitable tendencia a falsear la realidad. A esto subyace la “desesperación” del escritor o de quien pretenda utilizar las palabras, en tanto que se enfrenta al lenguaje como traba del pensamiento (cfr. Black: 1968).

La segunda idea que se haya implícita es la de la lengua como hecho social, determinando que a ello se refiere con lo de “el pasado que los interlocutores comparten”. Según Meillet (citado por Leroy: 1974) una lengua es un sistema rigurosamente ligado de medios de expresión comunes a un conjunto de sujetos hablantes. Por eso se entiende al lenguaje como un producto colectivo que a su vez transforman los individuos con propósitos específicos de comunicación. Así, el lado individual y grupal del fenómeno se transmite, no como herencia genética, sino como convención cultural que de por sí reside en la mente del sujeto.

Al apuntar la dificultad de “transmitir lo que la memoria apenas abarca” (O.C.: 2004; 624), continúa notándose en Borges el sustrato de las disertaciones de Mauthner, éstas precisan según Weiler (citado por Echevarria: 1980) lo siguiente:

La memoria sólo es posible en el individuo… aunque los eventos mentales no pueden ser de modo alguno sociales y siempre ocurren en el individuo, ciertamente permanece en el lenguaje una memoria colectiva, y por lo tanto el lenguaje es una expresión del espíritu del grupo (Pág. 4).

Finaliza Borges arguyendo la única solución posible:

Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré sucesivo, porque el lenguaje lo es (O.C.: 2004; 624).

Para conjeturar esto hay que caer en cuenta de que el lenguaje con que se cuenta es ontológicamente la única vía de expresión posible y perdurable.

  1. Del ensayo “Las alarmas del doctor Américo Castro”

Inserto definitivamente en el libro Otras Inquisiciones (1952), este texto de 1941 corresponde a una postura ya transitada por Jorge Luis Borges desde el ensayo El idioma de los argentinos, en el que comenzaban sus inquietudes por el lenguaje y su apreciación del habla argentina. Pero, en Las alarmas del doctor Américo Castro se sintetiza una ingeniosa sátira en contra del dogmatismo lingüístico. Conocida como el purismo, esta posición estuvo acendrada de tal modo que su basamento epistemológico para actuar se hallaba en la llamada Gramática Normativa que prescribía formas y vocablos para regir la lengua, sustentándose en el uso preferentemente culto, antiguo y literario.

Resabios de dicha postura era la costumbre de tachar de incorrectos, vulgares e impropios ciertos vocablos de una lengua por considerarlos fuera de la norma. Es clave que en la genial producción borgeana irrumpa aquello de ironizar la ilusión de reglamentar el lenguaje y a los que pretenden ver la espontaneidad de los hablantes como mero propendo a desmantelar lo establecido. Tal es el prejuicio de percibir en las diversidades dialectales y regionales un problema como si eso no fuera parte natural de un fenómeno que es dinámico. Por eso Borges comienza diciendo:   Hablar del problema judío es postular que los judíos son un problema (O.C.: 2004; 31). Aludiendo de ese modo a la visión que problematiza las tendencias de la lengua. (tal vez ya había en él un partidario de la gramática descriptiva).

También razona que otro error de los “falsos problemas” es proponer, además, soluciones falsas:

Al doctor Castro (La peculiaridad lingüística, etcétera) no le basta observar un “desbarajuste lingüístico en Buenos Aires”: aventura la hipótesis del “lunfardismo” y de la “mística gauchofilia” (Pág. 31).

En este particular se encuentran las aseveraciones según las cuales Borges acusa a Castro de intentar introducir en el habla formal el lenguaje canalla y hermético del submundo lunfardo y resumen que “el programa de Borges es a la vez nacionalista, unitario y burgués” (Pág. 2). Esto es central para lo que se pretende acá explicar: se conoce a Borges no precisamente como un etnocentrista autoengañado, es más bien un lúcido expositor de verdades. Por eso cuando elabora su crítica contra Castro lo que hace es descartar esa manía de privilegiar un uso frente a otro, no por el criterio de funcionalidad y eficacia, sino atenido al supuesto prestigio. Por ello aduce:

No he observado jamás que los españoles hablaran mejor que nosotros (Borges: 2004; 32).

Y, en cuanto al proceder del lingüista declara lo siguiente:

Su método es curioso: descubre que las personas más cultas de San Manuel de Puga, en Orense, han olvidado tal o cual acepción de tal o cual palabra; inmediatamente resuelve que los argentinos deben olvidarla también (Pág. 32).

Quedan evidenciadas así las subjetividades del doctor Américo Castro porque, como señala Borges: Ataca los idiotismos americanos porque los idiotismos españoles le gustan más (ob. cit. Pág. 32). Siendo lo correcto más bien, motivar la búsqueda en los hispanoamericanos de las expresiones más eficaces para transmitir el pensamiento.

En este particular se basa Borges para terminar de rebatir – y superar – al filólogo español. Utilizando la estrategia discursiva de la pregunta, induce al lector hacia la enseñanza que quiere dar:

“En serio, sin ironía”, pregunto: ¿quién es más dialectal: el cantor de las límpidas estrofas que he repetido o el incoherente redactor de los aparatos ortopédicos que enredilan rebaños, de los géneros literarios que juegan al football y de las gramáticas torpedeadas? (ob. cit. Pág. 32).

Aquí, la técnica de refutación tiene la doble ventaja de apoyarse en las propias palabras del interpelado, ya que las torpes metáforas de Américo Castro se oponen a las “límpidas estrofas” del Martín Fierro, y además, hacen ver que lo que más vale es pulir el estilo y no abigarrarse de supersticiones gramaticales. Se llega, entonces, a la conclusión de que Borges pretende ser equilibrado. No excusa ni justifica el lunfardismo arrabalero cuando éste se cierne como una manifestación pobre del pensamiento – en eso es burgués –, pero tampoco invalida – más bien valora – la creatividad regional. Igualmente, es unitario lo cual puede revisarse en la siguiente afirmación que hace en el prólogo a El Oro de los Tigres (1972): Creo, por lo demás, que debemos recalcar las afinidades de nuestro idioma, no sus regionalismos (Borges: 2004; 32). Cobra vital importancia esta aseveración dado que el propósito de los planteamientos de Borges no son a causa de una necia rebeldía contra la figura de la Academia, sino las acuciosas observaciones de un hispanohablante con aguda y erudita conciencia lingüística.

  1. Del ensayo “El idioma analítico de John Wilkins”

En este ensayo se distinguen dos aspectos importantes: el primero es el interés que se constata en Borges por otro filósofo del lenguaje como lo es John Wilkins, de quien refiere su obra An Essay towards a Real Character and Philosophical Language (Ensayo de una escritura real y de un lenguaje filosófico), en el cual se preconizaba la posibilidad de un idioma universal. El segundo de los aspectos es el escepticismo que tiene Jorge Luís Borges con respecto a las facultades de cualquier lenguaje para aprehender la realidad. En pocas líneas Borges muestra cómo se puede explotar una tesis jugando con la imaginación del lector. Primero recalca lo relativo que es juzgar la superioridad de alguna lengua sobre otras, por ejemplo, el caso de los que atribuyen valores de mayor o menor expresividad a vocablos con respecto a sus vecinos en otras lenguas. Así, según Borges, no puede decirse que la palabra moon tenga preeminencia sobre la palabra luna, a menos que se atienda a la economía silábica; aunque por lo demás sólo hace la salvedad de las palabras compuestas y las derivadas como ventaja de algunas lenguas, que de igual forma son imperfectas. Siguiendo con el propósito de descartar la infalibilidad de cualquier idioma comenta lo siguiente:

No hay edición de la Gramática de la Real Academia que no pondere “el envidiado tesoro de voces pintorescas, felices y expresivas de la riquísima lengua española”, pero se trata de una mera jactancia, sin corroboración (Borges: 2004; 84).

Las comillas acentúan la ironía que Borges hace para denunciar algo que luego Ernesto Sábato nombraría como patrioterismo lingüístico, el cual según sus palabras No es mejor ni peor que el resto de los patrioterismos, y en todo caso participa de su condición esencial; la miopía sobre la relatividad de los valores (Sabato: 1999; 113).

Este parecer no es solamente válido en un lenguaje diseñado para clasificar objetos y fenómenos, sino que se haya latente en la reproductividad de los lenguajes naturales cuando por asociación se logran ensamblar los conocimientos que constituyen la cultura de un pueblo. Idea parecida recoge el aforismo de José Antonio Ramos Sucre (1992) Un idioma es el universo traducido a ese idioma

Pero el problema estriba en que aún siendo más convencional la disposición de los signos de las lenguas artificiales, la realidad supera y diverge infinitamente cualquier posible ordenación. Por eso, luego de burlarse de los intentos de clasificación, Borges concluye:

Notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo (Pág. 86).

Con lo cual zanja la imposibilidad de blandir el idioma perfecto, resolviendo que el artificio aportado por Wilkins es, aunque deficiente, ingenioso. Todo esto lo razona Borges para hacer caer en cuenta finalmente a los lectores de la gran trampa de creer que el lenguaje pueda abarcar y significar con exactitud la realidad. Comprende que estos intentos de lenguaje son sólo “esperanzas y utopías”, y termina defendiendo la opinión de Chesterton para quien el hombre es un ingenuo que pretende tener en su interior algo capaz de expresar acertadamente sensaciones y percepciones de hechos desconcertantes y misteriosos.

  1.  Del poema “Un lector”

Perteneciente al libro Elogio de la sombra (1969), este poema forma parte de la madurez literaria del escritor. En el prólogo Borges declararía lo siguiente: Sin proponérmelo al principio, he consagrado mi ya larga vida a las letras, a la cátedra, al ocio, a las tranquilas aventuras del diálogo, a la filología, que ignoro (Borges: 2004; 381).

Y más adelante, respecto a las variaciones de forma en los textos: Desearía que este libro fuera leído como un libro de versos (ob. cit.).

Tales acotaciones ayudan a la hora de interpretar el texto Un lector. Alegando como cierto aquello de que un escritor se torna, en el declive de su vida, más confesional y salomónico, se pueden obtener extractos de una íntima afición profesada por Borges:

No habré sido un filólogo

no habré inquirido las declinaciones, los modos, la laboriosa mutación de las letras,

la de que se endurece en te,

la equivalencia de la ge y de la ka,

pero a lo largo de mis años he profesado

la pasión del lenguaje (Pág. 394).

En un tono poco pedantesco y más bien directo Borges define una postura, y es que aunque no se haya especializado en las formalidades del estudio lingüístico – que igualmente conocía – propugnaba su adhesión a una idea, “la pasión por el lenguaje”. De un modo implícito se corrobora que Borges no era ajeno o reacio a las prácticas y procederes de la filología. La referencia que hace a las declinaciones, los modos y la mutación de las letras requiere el entendimiento de estas nociones como variantes y procesos que cambian las lenguas. Incluso, la connotación de leyes fonéticas, entre las que concierne la señalada por Lenroy (1974) llamada Ley de Grimm o de mutación consonántica. Cuando Borges menciona el cambio del fonema /d/ por /t/ y la relación entre /g/ y /k/, remite al rasgo de sonoridad que se produce en las consonantes españolas: p/b, t/d, k/g (Pág. 95).

Pero netamente lo que a Borges le interesa es escudriñar el lenguaje y las lenguas que lograron producir las obras que lo han fascinado. De este modo, Borges subsume la literatura al lenguaje, y su recorrido por las tradiciones, etimologías e idiomas lo realiza guiado por sus afanes y cualidades de lector políglota. Su conocimiento del latín lo relaciona con su apego por Virgilio, y su tardía dedicación al estudio de las lenguas escandinavas le proviene de su afición por el autor islandés Snorri Sturluson.

  1.  Del poema “Al idioma alemán”

Publicada en el libro El Oro de los Tigres (1972), esta loa al idioma alemán representa, a la par de la predilección de Borges por esta lengua, la reminiscencia de los autores y las circunstancias que le acercaron a ella. Si bien comienza afirmando su filiación con el idioma español, luego se goza en enunciar los avatares que precedieron a su paso por el alemán. Así, refiriéndose a las lenguas dice:

Alguna me fue dada por la sangre –

oh voz de Shakespeare y de la Escritura –,

otras por el azar que es dadivoso,

pero a ti, dulce lengua de Alemania,

te he elegido y buscado solitario (Borges: 2004; 492).

Es sabido y anotado por casi todos los biógrafos del autor que su formación desde niño fue bilingüe, cuestión que además recordaba en las entrevistas. Ese “azar” que transcribe en el poema se refiere a los viajes por Europa y a las condiciones y exigencias de su bachillerato en Suiza que le hicieron posible al joven Borges el estudio de distintas lenguas. Se sabe que era requisito manejar el latín y el francés, entre otras para desenvolverse académica y socialmente. Pero la predilección de Borges por el alemán parece ser más un interés creado por su gusto literario. Bien que se entiende el verso “te he elegido y buscado solitario” como el afán de un autodidacta.

El método de Borges es curioso y envidiable. Muchas veces dejó entrever que se adentraba en el conocimiento de una lengua a través de sus obras clásicas, como por ejemplo, al alemán por medio del Libro de las canciones de Heine; al italiano mediante La Divina Comedia de Dante Alighieri, y así, de igual modo con otras lenguas, ayudándose al principio con el diccionario o ediciones bilingües de los que en poco tiempo lograba prescindir. Particularmente la metáfora “jungla de las declinaciones”, refuerza la idea de una tarea intrincada, pero que Borges supera aprendiendo directamente de muestras especialmente literarias.

De esta manera, la exploración de la lengua de Alemania la realiza a través de los escritores de ese país que más llamaron su atención: Johann C. F. Hölderlin (1770 – 1843), Angelus Silesius (1624-1677), Heinrich Heine (1797 – 1856), Johann W. Goethe (1749 – 1832), Gottfried Keller (1819-1890). Es notable que la mayoría de estos autores son reconocidos como grandes poetas, lo cual ilustra el hecho de que en Borges siempre permaneció, aparte de la idea del alemán como lengua idónea para la poesía, la del lenguaje como valor eminentemente estético. En reiteradas ocasiones alabó la facultad de que en esa lengua se formasen voces compuestas sin que se notaran artificiosas. Pero, además escudriñó formas, matices, etimologías y sonidos que permiten apreciar secretos aspectos o virtudes del lenguaje utilizado en la literatura. en este sentido, conviene remitir las disertaciones que realiza en Siete Noches.

Con esto se puede recordar que para enriquecer la comprensión de un texto específico vale la pena acercarse a su idioma original, escrutando las particularidades de su sentido. También resalta que según Borges constataríamos a través de distintas lenguas un hecho singular.

El lenguaje es una creación estética. Creo que no hay ninguna duda de ello, y una prueba es que cuando estudiamos un idioma, cuando estamos obligados a ver las palabras de cerca, las sentimos hermosas o no. Ello no ocurre con la lengua materna donde las palabras no nos parecen aisladas del discurso (Borges: 2004: 251)

Llama la atención que para darle término a su poema, Borges, aparte de hacer notar que parcialmente ha olvidado el alemán utiliza dos términos para referirse a ese idioma: “el álgebra y la luna”. Al igual que el término “jungla” aplicado a las declinaciones, el de “álgebra” connota a un campo o propiedad compleja de transitar. Curiosamente registra Milner (2000) la particularidad que tenían los neogramáticos en su tratamiento algebraico de las cuestiones fonéticas. Por su parte, la palabra “luna” parece inevitable al hablar de poesía y, como se ha visto, el recorrido políglota de Borges ha sido el de un lector movido por la belleza del lenguaje.

CONCLUSIONES

Al abordar un tema enfocable desde distintas perspectivas como lo es el lenguaje, y haciéndolo a partir de un escritor tan peculiar como Jorge Luís Borges, resulta indispensable llegar a la noción de perplejidad. Parodiando la célebre anécdota de San Agustín (« ¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; si deseo explicarlo a quien me lo pregunta, no lo sé»), tal vez se encuentren alumnos de Lengua, Literatura y Latín en el Área de Educación ante la misma disyuntiva para explicar el lenguaje. Esto no los ubica en mala posición, sino que es natural al pretender certeramente abarcar un tema de tantas y móviles aristas; revísense, por ejemplo, las dicotomías de Saussure. La primera conclusión a la que se llega es la respuesta a la primera interrogante: el lenguaje aparece tratado como tema y esto es recurrente en los textos estudiados del escritor argentino Jorge Luís Borges. Cuestión que representa un rasgo peculiar en la producción literaria, ya que se aprovechan tópicos inherentes al lenguaje como la linealidad del signo y los límites del lenguaje (cfr. con los análisis de La escritura del dios y El Aleph); el anti -dogmatismo para juzgar la lengua (cfr. con el análisis de Las alarmas del doctor Américo Castro); la arbitrariedad del signo y la relación entre lenguaje y realidad (cfr. con El idioma analítico de John Wilkins); y el amor por los idiomas (cfr. con los análisis de Un lector y Al idioma alemán). En efecto, Borges plasma sus inquietudes y experiencias con respecto al lenguaje en los tres renglones de su producción: cuento, ensayo y poesía. Una vez que se comprueba la existencia del lenguaje como tema en los textos estudiados, cabe responder a la segunda interrogante. El hecho consiste en enunciar las características del lenguaje que podría analizar un estudiante de Lengua, Literatura y Latín, a partir de los textos en este caso borgeanos.

  1. El lenguaje es autorreferente: Es decir, que la explicación de un concepto término llevaría a la infinita concatenación de más palabras que lo expliquen; las palabras sólo pueden ser explicadas por palabras.
  2. Los límites del lenguaje: se puede apreciar esta concepción en La escritura del dios y El Aleph, donde los protagonistas se hayan ante la dificultad de expresar a cabalidad sus experiencias subjetivas, místicas y paradójicas.
  3. Comprensión del código para captar un mensaje: esta es la condición sine qua non para que haya comunicación y entendimiento. Dicha noción subyace en el desciframiento de las manchas del tigre en La escritura del dios.
  4. Linealidad del signo: Esta queda denotada en El Aleph cuando el protagonista arriba a la dificultad de expresar lo que percibió de forma simultánea. Sin embargo, resuelve que la linealidad del lenguaje es la solución más factible para transmitir su visión.
  5. El anti – dogmatismo contra el purismo lingüístico: Esta es la tesis que postula Borges en Las alarmas del doctor Américo Castro, y en oposición al purismo estéril, alaba la espontaneidad y la búsqueda de las mejores expresiones.
  6. Preocupación por una lengua universal y menos arbitraria: Esta es la principal inquietud del análisis que realiza Borges en El idioma analítico de John Wilkins.
  7.       El interés políglota y literario por el lenguaje: Esto se aprecia notoriamente en los poemas, en donde según los análisis realizados, se demostraron las cualidades de lector políglota que poseía Borges y su principal motivo para acercarse a ciertas lenguas: la riqueza literaria

Se recomienda, en primera instancia, aprovechar el tema del lenguaje que se haya presente en los textos estudiados de Jorge Luís Borges para inducir a los estudiantes de Lengua, Literatura y Latín a reflexionar sobre el lenguaje, en este caso especialmente sobre las características que del lenguaje aparecen destacadas en dicho autor.

Se vislumbra la posibilidad de desarrollar un tipo de estudio similar a este para obtener la visión que del lenguaje tienen autores como Ernesto Sábato, Rafael Cadenas, J. R. R. Tolkien, Jean – Paul Sartre, entre otros, incluso, comparando puntos de vista, atendiendo a ellos en vista de algunas polémicas declaraciones o perspectivas curiosas que han plamado acerca del Lenguaje.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

  • ALAZRAKI, Jaime (1983). La prosa narrativa de Jorge Luis Borges. Temas- estilo. Editorial Gredos. Madrid.
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  • BORGES, Jorge Luís (2004). Obras Completas. Tomos I y II. Editorial EMECÉ. Buenos Aires – Argentina.
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  • ECHEVARRIA FERRARI, Arturo (1980). Borges y Fritz Mauthner: Una Filosofía del Lenguaje. Disponible en: www.cvc.es/pdf/07.

            LEROY, Maurice (1974). Las grandes corrientes de la lingüística. Editorial Fondo de Cultura Económica. España.

•          MILNER, Jean-Claude (2000). Introducción a una ciencia del lenguaje. Editorial Bordes Manantial. Argentina.

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•          SABATO, Ernesto (1999). Heterodoxia. Editorial Seix Barral. Colombia.


Publicado el 20/03/2023
Etiquetas: Lenguaje, Borges y Crítica

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