Origen del Lienzo de Nuestra Señora de Guadalupe de El Carrizal


Resumen

En el presente estudio se busca profundizar el origen de la pintura que se custodia en el Santuario de El Carrizal, a fin de acrecentar los conocimientos y el valor artístico de este lienzo, pero sobre todo valorar la presencia maternal de María que acompaña a sus hijos que peregrinan en Falcón. Para tal fin, se realiza un análisis documental de investigaciones publicadas, comparaciones históricas e interpretación de distintos autores y se presenta una somera evolución de la reproducción de las copias del lienzo original de Nuestra señora de Guadalupe para finalmente, establecer una comparación de similitudes entre obras conocidas.

Abstract

The present study seeks to deepen the origin of the painting that is kept in the Sanctuary of El Carrizal, in order to increase the knowledge and the artistic value of this canvas, but above all to value the maternal presence of Mary that accompanies her children who go on pilgrimage in Falcon. For such purpose, a documentary analysis of published investigations, historical comparisons and interpretation of different authors is made and a brief evolution of the reproduction of the copies of the original canvas of Our Lady of Guadalupe is presented to finally establish a comparison of similarities between known Works.


Extenso

En el Estado Falcón, desde hace tres siglos se venera un lienzo de Nuestra Señora de Guadalupe en cuyo sitio se fundó un pueblo de indios y mestizos que fueron adoctrinados y bautizados por el Padre Pedro de Sangronis, bajo la mirada y protección de la Virgen Morena. Según cuenta la historia, la preciosa figura fue encontrada por los indios caquetíos a orillas de la playa cercana y resguardada en una choza central que luego se convirtió en capilla. De este hecho maravilloso se ha acrecentado la devoción a la Madre de Dios, demostrado en múltiples expresiones religiosas y culturales que se han convertido en patrimonio de la región y sitio de referencia para peregrinaciones.

En el presente estudio se busca profundizar el origen de la pintura que se custodia en el Santuario de El Carrizal, a fin de acrecentar los conocimientos y el valor artístico de este lienzo, pero sobre todo valorar la presencia maternal de María que acompaña a sus hijos que peregrinan en Falcón. Para tal fin, se realiza un análisis documental de investigaciones publicadas, comparaciones históricas e interpretación de distintos autores y se presenta una somera evolución de la reproducción de las copias del lienzo original de Nuestra señora de Guadalupe para finalmente, establecer una comparación de similitudes entre obras conocidas.

Para abordar el tema sobre el origen del lienzo de la Virgen de Guadalupe de El Carrizal, obligatoriamente se debe hacer referencia al “Milagro de las Rosas” como se conoce al acontecimiento mariano de 1531, recogido en un texto denominado Nican Mopohua escrito por el indio Antonio Valeriano en el año de 1556 y en el que se narra cómo la Virgen se le apareció a un indio recién bautizado con el nombre de Juan Diego y le pide que solicite al obispo Fray Juan de Zumárraga la construcción de una capilla en su honor. Como muestra de la veracidad de dicha petición deja su imagen impresa en la túnica del indio.

Sin lugar a dudas, el primero en poseer el milagroso retrato, fue el indio Juan Diego, imagen que la misma Virgen María le regaló como premio por haber creído y cedido su ayate para mostrar los deseos de la Señora. De esta imagen, cuentan los historiadores que estuvo al cuidado y resguardo de Juan Diego y sus familiares en varias generaciones para finalmente, ser cedido a la Iglesia.

Con una altura de 1,72 m la Virgen quedó estampada como una joven mestiza, de piel morena como los indios, pero con facciones europeas. Está de pie y su rostro se inclina a su derecha, con manos juntas sobre la cintura en expresión orante. Vestida de una túnica rosa y un manto azul decorado con estrellas que le cubre la cabeza, es la “Tilma de Turquesa” con que se revestían los grandes señores, e indica la nobleza y la importancia del portador. Con corona y circundada totalmente de rayos solares, esta doncella está embarazada de pocos meses, así lo indican el lazo negro que ajusta su cintura, el ligero abultamiento debajo de éste y la intensidad de los resplandores solares que se aumentan a la altura del vientre. Su pie se apoya sobre la luna en cuarto creciente y es sostenida por un ángel con gesto severo que lleva abierta sus alas de águila de color rojo, azul y amarillo. (Sánchez, 2020).

De forma inmediata, los indios se identificaron con esta imagen y la asumieron como una figura protectora. También los criollos la tomaron como propia y su devoción coincidió con la aceptación con la que gozaba la Inmaculada Concepción. Para la época las imágenes eran el principal instrumento para cristianizar a los indios, y la Guadalupe con la particularidad de su tez morena, llegó a ser la más importante.

Una vez conocida la historia que da origen a la devoción guadalupana, es necesario detenerse en la reproducción que hicieron distintos artistas y que permitió en la época colonial multiplicar los lienzos con sus variaciones, algunos siendo copias fieles al original, otros con añadiduras artísticas y obedeciendo solicitudes personales y que en la actualidad se conservan dispersos por todo el mundo.

Según Cuadriello (1992), no se conocen copias o reproducciones guadalupanas realizadas en el mismo siglo XVI. La más antigua, considerada la representación más fiel, de mayor maestría y de gran calidad artística, lo es en efecto la firmada y fechada por el pintor español Baltazar Echave Orio (el viejo) en 1606, hecha sobre una tabla. Posteriormente, se enumeran pocas pinturas de la Virgen de Guadalupe durante los años siguientes en este siglo XVII. Se puede mencionar el facsímil de Samuel Stradanus de 1615 (se encuentra en el Museo del Virreinato de San Luis Potosí), la pintura mural del Convento de Guanajuato de 1621 atribuida a Fray Pedro Salgueiro y la Felicidad de México pintada por Antonio de Castro de 1675.

Es importante destacar que, en las últimas décadas del siglo XVII, producto del Renacimiento Europeo, se incorporan nuevas técnicas, inventos y materiales que permitían hacer imágenes idénticas y repetibles. Dentro de estas técnicas destacan la xilografía y la calcografía. De esta forma, lo que inició la reproducción de libros y estampas, pronto se convirtió en una habilidad para reproducir en cantidad el milagro guadalupano. Para Barea (2008), en la época colonial, se presenta una sociedad multiétnica en la que era necesario establecer un lenguaje común y de fácil comprensión, siendo éste un factor determinante para la propagación de íconos religiosos al servicio de la evangelización. Entre las variadas representaciones, la Virgen de Guadalupe fue la imagen más empleada por los pintores coloniales. Se dio lugar a centenares de obras pictóricas que mantenían fidelidad al original y variaban los elementos externos u ornamentales. En su mayoría, incluían un mensaje implícito que exaltaba su origen divino y se agregaba la frase “tocada a su original” lo que daba a entender que estas copias cumplían un doble propósito, no sólo dar cuenta exacta de las dimensiones y colores de la pintura, sino sobre todo, propagar la devoción más allá incluso del Virreinato de México. Al estar en contacto con el lienzo original adquiría propiedades milagrosas y se trataba de verdaderas imágenes destinadas al culto.

Para tener una idea de la propagación de la devoción guadalupana para la época virreinal, Conde (1981), citado por Barea (2008), afirma la existencia de una crónica que plantea:

“En el interrogatorio de las Segundas Informaciones de 1723, una de las preguntas que se hizo a los testigos fue si era verdad “que no hay casa de noble y plebeyo, español e indio y otras muchas castas en las que no se hallen una o muchas imágenes de Ntra. Sra. de Guadalupe de México en lo dilatado de estos reinos, y con la particular o peculiar veneración” de tal suerte que, si alguna casa se hallara sin tenerla, juzgárase al dueño por impío o sospechoso.

Es importante mencionar que durante esta época surgieron distintos modelos iconográficos, en el que, teniendo como centro a la imagen de la Virgen, cada artista imprimía su toque personal o simplemente seguía la tradición o peticiones de los solicitantes.

De lo anteriormente dicho, según Von Wobeser (2015), se pueden detallar cuatro variaciones importantes en la iconografía guadalupana:

  1. El modelo más antiguo y frecuente es la pintura que exhibía en las esquinas los cuatro medallones con las tres apariciones de la Virgen al indio Juan Diego y el Milagro de las Rosas. Estas escenas se sitúan de izquierda a derecha para facilitar su lectura y narran la secuencia de las apariciones y el milagro de la estampación. Estas cartelas con frecuencia eran de forma oval, aunque también podían ser poligonal, suelen ir acompañadas de rosas y sostenidas por angelitos que a su vez portan símbolos marianos. En ocasiones se presenta una vista del Santuario en la parte inferior, lo cual posee un significado de trascendencia debido a que se manifestaba el cumplimiento del deseo de la Virgen, su construcción.
  2. Otro modelo que se difundió fue la Virgen al centro enmarcada de rosas, que incluye otras variedades de flores y hace referencia a las guirnaldas que los indios ponían ante la imagen de la Virgen. Es propio de esta iconografía además de la ornamentación floral la incorporación de ángeles y arcángeles, así como santos, devociones españolas y fundadores conventuales.
  3. Una particular temática, que para la época ocasionó polémica, pero que no fue censurado por el virreinato o por la santa inquisición son las representaciones pictóricas denominadas “taller celestial”. Se muestra a un anciano Padre Eterno pintando a la Virgen de Guadalupe, destacándose la autoría divina y la exaltación de la nobleza de María en su carácter de Inmaculada Concepción. Se representa a las tres divinas personas pintando el retrato de la Virgen y en alguna ocasión a Juan Diego en la misma escena indicando a la trinidad. De esta forma, se quiere confirmar la condición racional de los indios de parte del mismo Dios, debido a que la misma Virgen habló y razonó con dos de ellos y con el Obispo Zumárraga, quien los defendía.
  4. Finalmente se destacan, las denominadas “Fieles copias del Original”, son llamadas así por la similitud con la imagen estampada en el ayate del indio. A finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII, se presta especial atención a la escena del milagro. Se prescinde de las escenas de las apariciones y de los elementos ornamentales. A pesar de ser muy similares en sí, se observan detalles distintivos de cada artista.

En este modelo iconográfico se destacan dos pintores guadalupanos, considerados los mejores de su época. Juan Correa (1645 – 1716) nacido en México de padres mulatos. Realizó trabajos de restauración al lienzo original, aprovechando para realizar un calco en papel aceitado. Gracias a ello, fue el artista que con mayor exactitud la pintó. Sus pinturas poseen rasgos comunes como el cuidado en las facciones y el color de piel muy oscura.

De igual forma, el pintor Miguel Cabrera (1695 – 1768) examinó varias veces la imagen original, sacando también un calco. De él se tienen innumerables copias firmadas y fechadas. Muchos lienzos de los modelos pictóricos señalados fueron esparcidos por todo México y muchos otros fueron exportados al extranjero, especialmente a España. Siendo la Orden de los Franciscanos los propagadores de la devoción guadalupana, posteriormente difundida también por los Misioneros de la Compañía de Jesús. En poco tiempo se extiende la evangelización de los pueblos conquistados de toda América del Sur, siendo instrumento del trabajo misionero la bella imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. La cual es aceptada por su historia, sus rasgos característicos y su simbolismo por indios, esclavos y conquistadores.

A continuación, se realiza una comparación de pinturas coloniales que se le atribuyen a los pintores guadalupanos antes citados con el Lienzo que se venera en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe de El Carrizal. No existe intención de afirmar de forma categórica que este último fuera pintado por alguno de ellos, por carecer de estudios más detallados y porque existieron muchos artistas que se dedicaron a pintar a la Virgen Morena. Sin embargo, debido a las similitudes de las fechas y las características artísticas similares que presentan, es posible acercarlas y determinar que provienen por lo menos, de la misma escuela.

De todo lo expuesto en esta investigación, se concluye que existió en la época colonial toda una evolución artística en la reproducción de las pinturas guadalupanas. En los primeros 50 años después del Milagro de las Rosas no se realizó ninguna copia de la Virgen de Guadalupe, la más antigua, esta fechada en inicios del siglo XVII y la reproducción como tal se dio con la aplicación de técnicas xilográficas y calcográficas a finales de siglo y principios del siglo XVIII. Para este tiempo, destacan varios pintores guadalupanos que se dedicaron a plasmar su arte teniendo como centro la bella imagen de la Virgen Morena. Se enumeran modelos iconográficos que fueron desarrollados como expresiones y atributos artísticos o que obedecieron a solicitudes particulares teniendo como razón principal extender la devoción guadalupana en la evangelización de las nuevas tierras conquistadas.

El lienzo de Nuestra Señora de Guadalupe que se venera en la Basílica Menor de El Carrizal guarda similitud con las obras guadalupanas coloniales de los famosos pintores Correa y Cabrera, y aunque es difícil determinar su autoría, se afirma que es una pintura mexicana del siglo XVIII. Es recomendable, hacer estudios detallados por expertos en arte colonial que determinen las técnicas y origen pictográficos, tamaño y características propias. Al observar el cuadro, es posible distinguir que la imagen esta super puesta sobre otro lienzo, lo que permite suponer que fue cortada en alguna oportunidad.

Otro aspecto a tomar en cuenta y que surge la inquietud a raíz de esta investigación, es la presencia de cuatro pinturas de santos que se encuentran en el retablo central de la Basílica. Ciertamente, éstos no pertenecen al conjunto iconográfico guadalupano. Sin embargo, era costumbre acompañar la pintura de la Virgen con imágenes de Santos y devociones españolas. Sería interesante, descubrir otras devociones o copatrones del pueblo de El Carrizal.

Finalmente y no menos importante, estamos ante una joya artística colonial de belleza sin igual, con tres siglos de existencia y que es copia fiel del Milagro de las Rosas, que representa el patrimonio de fe mas arraigado en el pueblo falconiano. Por lo tanto, se debe custodiar, cuidar, mantener y preservar con los debidas normas y protocolos para estos objetos “sacrosantos”. En este sentido, se debe pensar en técnicas de preservación para la exposición externa (cubrir el lienzo con una lámina acrílica que la proteja del polvo y otros elementos del entorno), controlar la iluminación directa y artificial y sobre todo, extremar los cuidados en la manipulación de dicho lienzo. (tocar el cuadro sin guantes, colocarlo en el piso, bajo los rayos del sol y con corrientes de aire para fotografiarse personas, son actos que deben prohibirse).

**Referencias Bibliográficas**

Von Wobeser, Gisela. (2015). Antecedentes iconográficos de la imagen de la Virgen de Guadalupe. Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, 37(107), 173-227. https://doi.org/10.22201/iie.18703062e.2015.107.2558


Publicado el 06/03/2024
Etiquetas: Lienzo, Nuestra Señora de Guadalupe, El Carrizal

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