La serie nombrable: Una aproximación a Corpus (1992) de Jean-Luc Nancy desde la lectura de Flores (2001) de Mario Bellatin
Resumen
Con la obra de Mario Bellatin Flores (2001) se aborda la forma de pensar el cuerpo como un elenco de zonas que muchas veces no son comunicables pero que juntas forman un todo, un Corpus (1992) en la denominación de Jean-Luc Nancy. Esto significa que al pensar la noción de cuerpo como una materia de significación que admite una alteridad radical que la recrea, recompone, condiciona y limita, se concluye que el cuerpo no tiene fronteras y, por lo tanto, no tiene una unidad porque se abre ante la experimentación llegando a ser un cuerpo siempre cambiante una serie nombrable de cuerpos que se metamorfosean de hombre a mujer y de anciano a niño, cuerpos que son más anciana-que-mujer, cuerpos menos-hombre-que-niño, cuerpos de anciano-niño.
Abstract
With the work of Mario Bellatin Flores (2001), the way of thinking about the body is addressed as cast zone that are often not communicable but together form a whole, a Corpus (1992) in the name of Jean-Luc Nancy. This means that when thinking of the notion of the body as a matter of meaning that admits a radical otherness that recreates, recomposes, conditions and limits it, it is concluded that the body has no borders and, therefore, it does not have a unity because it opens up to experimentation becoming an ever-changing, a nameable series of bodies that metamorphose from male to female and from old man to child, bodies that are more-old-than-woman, bodies less-man-than-child, bodies of old man-child.
Extenso
1.- Introducción
Flores (2001) de Mario Bellatin (1960) configura una forma de escritura distanciada del modo tradicional con el que nos acostumbramos a leer las obras literarias latinoamericanas. Desde esta lectura del proyecto literario que fue asumido tal como se mencionó al principio, como ficciones que plantean otras formas de pensar el cuerpo y sus límites se abordaron las categorías de análisis que se encuentran al límite de toda significación.
Para investigar sobre el problema del cuerpo en los relatos que integran la novela se exploró en las propuestas teóricas que guardan afinidad con el trabajo del escritor mejicano como se observa en las proposiciones teóricas y artísticas posmodernas que han estudiado el tema del cuerpo, además de las señaladas en esta investigación como la del "cuerpo sin órganos" de Gilles Deleuze: cuerpo anterior al "organismo", sin un orden determinado. Se consideró la tesis presente en el libro Corpus (1992) de Jean-Luc Nancy, que plantea la idea del cuerpo que aquí abordamos es decir, ver un cuerpo como un “corpus”, un conjunto de partes que en “su morfología y organización” forman un todo, una suma que permite analizar el performance de las prótesis y las articulaciones artificiales inteligentes bajo la concepción de una alteridad inadmisible por el lenguaje donde lo humano significa no retener nuestra humanidad actual, sino desprendernos de ella modificando todas sus funciones y connotaciones esenciales. Una de las salidas y logros que propone este escritor sería considerar a la nueva tecnología, las intervenciones e interrupciones como las que muestran las prótesis pero también la falta, la diferencia, el exceso o la ausencia de miembros en el cuerpo, como herramienta novedosa y radical para reconfigurar y redefinir el cuerpo humano, es decir para explicarnos qué significa ser humano.
2.- La serie nombrable: Corpus
Soy el que se sumerge en tu piel y te sacia
En los calores de una tarde por la plaza
@mariobellatin, 2:15 pm-23 abr 13
El escritor no inventa personajes,
Narra lo que ha vivido encarnándolos
@mariobellatin, 20 de may. 2014
Según Jean-Luc Nancy, “el cuerpo en su morfología y organización es una suma, un corpus”. “Un corpus no es un discurso ni un relato” (Nancy, 2003:39) sino la sumatoria de presencias, estados, agenciamientos, ritmos, saltos, fluctuaciones, interferencias y expresiones no formadas del pensamiento que se solidifican como un cuerpo. Pero, no son un cuerpo sino fragmentos de una entidad superior que encaja con la proyección de un cuerpo inclasificable que interroga sobre cuál es el concepto que define al hombre. En la escritura de Mario Bellatin que hemos presentado en este estudio, se ha tratado de responder a la pregunta central del pensamiento filosófico y político que consiste en interrogar sobre cuál es el concepto que define al hombre, porque desde la antigüedad hasta la actualidad, el hombre ha sido considerado como un paradigma de civilización y progreso. Sin embargo, el hombre que nos muestra Mario Bellatin en Flores (2001) es un sujeto inestable, paradójico, que nos llevó a sostener la tesis de ver su experimento literario como un Corpus, es decir una cartografía, un catálogo de zonas que pertenecen al cuerpo, trozos aleatorios y piezas que todos juntos forman un todo.
En este sentido la idea de un corpus sirve para leer en estos relatos, los devenires de los cuerpos que han borrado sus rasgos esenciales hasta el punto de que en ellos incluso –lo humano- se concibe como algo radicalmente inasible, impreciso, indeterminado, complejo y paradójico. Bajo esta concepción lo que Flores pone en escena es una “mundialidad de cuerpos” (Nancy, 2003:44) que son “acontecimientos de existencia”, “acontecimientos de piel, o piel como lugar de acontecimiento”[1] que parecen configurar un cuerpo ontológico a partir del simulacro de series secuencias de exterioriades, pedazos de piel, cuerpos fragmentados o intervenidos que proponen sentidos, formas de operatividad del archivo[2] como propuesta teórica y estética, modos de representación y organización del pensamiento posmoderno entre otras miradas y posibilidades de lecturas sobre el ser, el pensamiento y el cuerpo. Pero, “el cuerpo ontológico no está pensado aún”, dice Nancy. “La ontología no está pensada aún, en tanto que fundamentalmente es ontología del cuerpo = del lugar de existencia o de la existencia local” (Nancy, 2003: 17) queriendo decir desde el punto de vista del filósofo, que el “acontecimiento de piel” no es más que un lugar de pertenencia de ese “color local que es la carnación”. La carnación indica el lugar de procedencia del cuerpo. En “Azahares” uno de los relatos que integran Flores tenemos un ejemplo de lo que significa ese lugar de procedencia con los “cuerpos cubiertos de lunares” de los gemelos Kuhn.
Los cuerpos anormales de las criaturas configuran una dimensión tangible de que no existen límites entre el pensamiento y el cuerpo porque estos cuerpos sin orden preestablecido, estas corporeidades diferentes de una variación de la especie, o desvíos en la continuidad de un linaje entre otros registros significantes que se pueden nombrar donde la deformidad o la diferencia producto de la ilegibilidad que expresan podrían designar el nuevo vocabulario, o las coordenadas de sentidos para estas identidades que se resisten a ser interpretadas, traducidas y no se les puede fijar definiciones concretas. Esta idea del cuerpo inasible, paradójico y vulnerable a las interferencias que puedan desestabilizarlo y las “mutaciones genéticas propias de cada raza” (Bellatin, 2005:419) irrumpe en el proyecto de Bellatin, para cuestionar el conocimiento que tradicionalmente hemos heredado como cuerpo señalando su propensión a la interrupción y su voluntad a redefinirse indefinidamente.
Como se discutirá más adelante, un cuerpo también requiere de protocolos alternativos de la experiencia[3] para evidenciar esos cambios y transformaciones que acontecen en él. Aún más, retomando el concepto de carnación de Nancy que juega con el planteamiento del cuerpo como pintura “la pintura es el arte de los cuerpos, porque ella sólo conoce la piel, es piel de una parte a otra” (Nancy, 2003:17) resulta en una metáfora eficaz a la hora de pensar el cuerpo en términos de sustancia creativa y materia productiva que permite atender a otras zonas lejanas a la dimensión del cuerpo y de las que es necesario analizar porque amplía su sentido bajo la forma del “latido, del color, de la frecuencia y el matiz, de un lugar, de un acontecimiento de existencia” (Id:17). La serie nombrable es ese «cuerpo ontológico», el posible: un “proyecto” de cuerpo.
En este sentido, lo que importa en el Corpus no es el todo orgánico, sino las partes constitutivas y sus posibles, en cuanto múltiples, relaciones. Fragmentación, suspensión e interrupción, devienen en importantes características en dicho texto, porque cada parte tiene el mismo valor, y es un lugar de venida a la presencia del cuerpo y por consecuencia del ser (Vásquez, 2008:6). Exactamente, lo que importa en el corpus que es Flores son los mundos posibles, la formas de vida que están apareciendo en ese movimiento y con esa transformación.
En la filosofía de Nancy un cuerpo como aquello “que tiene cola y cabeza” “no depende del lugar, sino de su sitio de colocación. Y en tanto organismo, “cola y cabeza están colocados a lo largo de un sentido, y el conjunto mismo constituye una colocación de sentido, y todos los puestos están comprendidos en la gran cabeza-a-cola del Animal Universal” (Nancy, 2003:17): es decir, el hombre. Desde esta perspectiva Flores parece representar un simulacro del micro-cosmo humano, dejando fluir todas las extensiones de existencia. La mónada. De allí que, en la compleja red de significación que es este texto, el cuerpo mutante, inasignable, deforme, entre en la categoría de lo que se denomina sin-cola-ni-cabeza. De manera que lo que es sin-cola-ni-cabeza, “no entra en la organización ni en el espesor compacto” del sentido. Por tanto, para Nancy, en la serie nombrable que se abre:
Los cuerpos no tienen lugar, ni en el discurso, ni en la materia. No habitan ni «el espíritu» ni «el cuerpo». Tienen lugar al límite, en tanto que límite: límite - borde externo, fractura e intersección de lo extraño en el continuo del sentido, en el continuo de la materia. Abertura, discreción. Cola y cabeza, para terminar, lo son igualmente: son la discreción misma de los sitios de colocación del sentido, de los momentos del organismo, de los elementos de la materia. Un cuerpo es el lugar que abre, que separa, que espacia falo y céfalo: dándoles lugar a hacer acontecimiento. (Nancy, 2003:17-18).
Por eso “el conocimiento del, y por medio del, cuerpo nunca es total y absoluto, sino modal y fragmentado, y la forma del discurso que mejor lleva tal saber es la de un Corpus, justamente una cartografía, un elenco de las zonas del cuerpo que ofrece un conjunto de acercamientos ecuos, mostrando todo lo que puede ser para nuestra exploración (Vásquez, 2008:6).
Las reflexiones hechas hasta aquí tienen el propósito de mostrar que el problema del cuerpo en Bellatin, se escapa de cualquier tipo de definición y representación organizadora. Porque en Flores, el cuerpo no inscribe una identidad fija, sino que más bien expone puras naturalezas muertas. No se habla propiamente de un cuerpo, sino de “acontecimientos de piel”, de “cuerpos sin órganos”, de proliferación de series, de “flujos de vida”, de manchas, de micro-sucesos, de mecanósferas, de lo que no tiene ni-cola-ni-cabeza, de fragmento areal, de metempsicosis del cuerpo, de kitsch onírico, de fantasmas, simulacros, espectros, de simulaciones de vida, de conjuntos, de puntos singulares, de palabras esotéricas, de saltos mortales, de tonos apocalípticos, de espaciamientos hombre-mujer, más-mujer-que-hombre, -menos-hombre-que-mujer, hombre-más-hombre, mujer-mujer, mujer-niño, hombre-anciano, anciano-niño, más-anciano-que-mujer, más-anciano-que-hombre, del cuerpo de Dios, es decir de un Corpus que se expande y se metamorfosea infinitamente mediante la experiencia de un paradigma narrativo “sin medida” ni precedentes que tampoco es experimental, ni de huida ni de llegada, sino que es de todo.
De acuerdo a la definición los cuerpos de la escritura devienen por sus zonas de contacto. Estas zonas se perciben como los momentos de máxima aproximación de sentido entre una lectura y una escritura o entre un pensamiento y un cuerpo en la que se han borrado sus límites. Allí es donde una literatura toca. Porque de por sí “no le ocurre, pues, otra cosa a la escritura, que tocar. No sé de escritura que no toque. Escribir toca el cuerpo, por esencia” (Nancy, 2003:14). Tocar el sentido significa que no hay oposición entre lectura y experiencia, entre literatura y vida. Así se construye el cuerpo del sentido para Nancy, el cuerpo del sentido es un modo de recepción en el que se expone una determinada forma de existencia. De acuerdo a esta denominación el cuerpo es un protocolo de la experiencia:
El cuerpo no es ni «significante» ni «significado). Es expositor/expuesto: ausgedehnt, extensión de la fractura que es la existencia. Extensión del ahí, del lugar de fractura por donde eso puede venir del mundo. Extensión móvil, espaciamientos, derivas, suturas y fracturas de los archi-continentes del sentido, de las placas tectónicas inmemoriales que se agitan debajo de nuestros pies, debajo de nuestra historia. El cuerpo es la arqui-tectónica del sentido (Nancy, 2003:22).
Concebir el cuerpo como un protocolo de experiencia en el contexto de la literatura implica una experimentación de las transformaciones del cuerpo, del cuerpo literario. Estos cambios según Nancy deben ser percibidos como fracturas del sentido, irrupciones de algo que ha venido de determinadas zonas de intersección.
La discusión sobre el problema del cuerpo en la literatura de Mario Bellatin (1960), es tan compleja que es necesario leerlo borrando las marcas significantes de un determinado estilo o sentido porque construye la idea del cuerpo como algo inadmisible por el pensamiento, pero que sin embargo, surge del pensamiento. Más bien no existe frontera entre pensamiento y cuerpo porque depende de otras pulsiones de enunciación y configuración que no se han mencionado aún y que según Nancy es lo que permite poner en contacto el pensamiento con el cuerpo: El sexo. El filósofo lo describe con estas palabras:
En el pensamiento del cuerpo, el cuerpo fuerza al pensamiento a ir siempre más lejos, para que, aún sea pensamiento, pero nunca lo bastante lejos para que sea cuerpo. De ahí que no tenga sentido hablar de cuerpo y de pensamiento separadamente uno del otro, no son otra cosa que su tocarse uno a otro. Ese toque es el límite, el espaciamiento de la existencia…Hay además un nombre de la combinatoria, o de la distribución: «sexo». No es el nombre de algo cualquiera que sería expuesto: es el nombre de tocar la exposición misma. «Sexo» toca lo intocable. Es el nombre estrella del cuerpo, el nombre que sólo nombra espaciando primeramente los cuerpos según los brillos de esta estesia suplementaria: los sexos (Nancy, 2003:30).
En los relatos de Bellatin, la sexualidad tiene el poder de distribuir a los cuerpos. Con el vector sexual los cuerpos experimentan distintos modos de representación o performances: hombres que visten de mujer y luego se disfrazan de ancianas para atraer a los hombres, hombres y mujeres vestidos como niños que gustan de los ancianos, “muchachas que, vestidas como hombres (…) les atraen los hombres que gusten de otros hombres” (Bellatin, 2005:395). El carácter performativo que la sexualidad introduce para permutar los cuerpos haciéndolos materia de experimentación y exploración no tiene parangón dentro de la literatura latinoamericana por lo que la variación de la sexualidad en estas corporalidades las hacen estar en un “estado de excepción” permanente que van mostrando a las subjetividades indefinidas e inclasificables: hombres y jóvenes que aman a los ancianos, adultos maltratados en la infancia que sienten atracción por los niños, padres que repudian y enferman a los hijos, etcétera.
Por ejemplo, cuando leemos “Jacintos” uno de los relatos de Flores, donde se adelanta que la investigación que está llevando a cabo el escritor-narrador trata sobre “las distintas maneras en que se ejerce el sexo en la ciudad”, el "sexo" no se entiende en términos de su normatividad (Bellatin, 2005:395). En este caso, “los cuerpos no sólo tienden a indicar un mundo que está más allá de ellos mismos”; sino que es precisamente, en ese movimiento que supera sus propios límites, que es además “un movimiento fronterizo en sí mismo, el que parece ser imprescindible para establecer lo que los cuerpos "son" en realidad (Butler, 2002:11). Son un “modo de hacer hablar al cuerpo para sustraerlo del horizonte bio-teleológico del organismo y entregarlo al horizonte del acontecimiento” donde “la sexualidad es flujo”[4] como plantea Deleuze y Guattari o en su concepción “máquinas deseantes”. Pensar el cuerpo bajo el postulado de “un sistema de producir deseos” significa someterlo a un proceso de experimentación permanente. Recordemos que “las necesidades derivan del deseo” y el deseo produce realidad (Id.).
De allí que en estos relatos los personajes admiten querer la alteridad y expresan libremente este querer como se plantea en “Astromelias”, otro texto del libro donde se cuenta la historia de la crítica literaria quien llevaba más de diez años de casada con su esposo y éste le anuncia querer someterse a una operación de cambio de sexo. Señalando que le atraían las mujeres, pero de una manera distinta a la habitual. Quería acercarse a ellas de mujer a mujer. Según comenta el narrador: Deseaba continuar con el matrimonio, pero quería que se transformaran en dos mujeres que vivían juntas con una niña pequeña que criar. (Bellatin, 2005:407-408).
En esta exploración que estamos llevando acabo sobre esas zonas opacas de la experiencia que no tienen un protocolo naturalizado de explicación, y más específicamente sobre los cuerpos extraños que funcionan de modo extraño e inorgánico y que la obra de Bellatin construye, es importante mencionar que en la literatura de Bellatin, al cuerpo no se le denomina ni mujer, ni hombre porque no hay cuerpo sino instancias virtuales de las formas de existencias, series nombrables que construyen el nuevo cuerpo y la nueva identidad capaz de mitificar con su presencia cualquier tipo de transgresión como aquella que difumina la frontera entre lo humano y lo inhumano o lo animal y lo humano. En Flores, el tema del cuerpo trata de “fronteras transgredidas, de fusiones poderosas” en las que no se busca identidades unitarias y, por lo tanto, “se generan dualismos antagónicos sin fin” (Haraway, 1991: 7 y 37).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
.- Directa
Bellatín, M. (2001). Flores. Tusquets, México.
_____________. (2005) Obra reunida. Editorial Alfaguara, México.
.- Indirecta
Butler, J. (2002). Cuerpos que importan. Paidós, Argentina.
Haraway, D. “Manifiesto Ciborg. El sueño irónico de un lenguaje común para las mujeres en el circuito integrado”. Páginas: 7 y 37 (Texto en formato digital disponible en la WEB) Traducción de Manuel Talens con pequeños cambios de David de Ugarte de la Fuente original: “Ciencia, Tecnología y Feminismo Socialista a Finales del S.XX” (§) “A Cyborg Manifesto: Science, Technology, and Socialist-Feminism in the Late Twentieth Century” in Simians, Cyborgs and Women: The Reinvention of Nature (New York; Routledge, 1991), pp.149-181
Isava, L. “De las prolongaciones de lo humano: Reflexiones en torno a la experiencia y sus inherentes protocolos”. Caracas, 2012- 2020. Texto en formato digital disponible en la WEB
Nancy, J. (1992). Corpus. Ed. A. M. Métaillié, París.
________. (2003). Corpus. Ed. Arena Libros, Madrid. (Versión en español)
Vásquez, A. “Las metáforas del cuerpo en la filosofía de Jean Luc Nancy: Nueva carne, Cuerpos sin órganos y escatología de la enfermedad”. Nómadas Revista de Crítica Sociales y Jurídicas; 18 (2008.2): 3-11. Publicación electrónica de la Universidad Complutense, Madrid.
Internet
Bellatín, M. (2012). Estoy cansado de los autores dueños. En: http://noticias.univision.mobi/article.html?nafurl=http%3A%2F%2Ffeedsyn.univision.com%2FcontentXml%3Fcid%3D1000720%26contentType%3Darticle%26partner%3Dmia (consultado el 19/04/2012 y Revisado el 03 de abril de 2022).
Bellatín, M. (2012). Mario Bellatin: el anti-escritor más raro de Latinoamérica. En: http://www.traslacoladelarata.com/2012/06/29/mario-bellatin-el-anti-escritor-mas-raro-de-latinoamerica/ (consultado el 29/06/2012 y Revisado el 03 de abril de 2022).
@mariobellatin en Twitter (consultado el 23/04/2013 y Revisado el 03 de abril de 2022).
[1] Nancy, Jean Luc. Corpus. Ed. A. M. Métaillié, París, 1992 versión en español Nancy, Jean Luc. Corpus. Ed. Arena Libros, 2003. página 7
[2] La discusión teórica sobre el tema del archivo como forma de estudiar este tipo de discurso y modelo de escritura es muy amplia y amerita analizarlo en otro trabajo.
[3] Según Isava, “un protocolo es el proceso que permite delimitar, identificar y autenticar un estado de cosas como una experiencia particular, repetible, transmisible, inteligible”. El protocolo, “en este sentido puede ver su aplicación en ámbitos diversos, porque hace posible la ritualización en la que, al fin de cuentas, consiste toda experiencia”. En esos casos se deshace el efecto de “naturalización”: hay un desplazamiento en relación con el patrón heredado que constituye la experiencia, respecto a la experiencia mediada que la cultura nos hace aprender como inmediata. La “naturalización” oculta la verdadera “naturaleza” de los protocolos; lo que indica hasta qué punto ciertos protocolos funcionan con la, o más precisamente, como experiencia (Isava, 2012-2020).
[4] Adolfo Vásquez Rocca refiere que Deleuze y Guattari tomaron esta idea de Lawrence, página 3
Publicado el 20/03/2023
Etiquetas:
cuerpo, devenir, series, sentido, narrativa latinoamericana contemporánea
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